Un ojo para el viento


por Esteban Rodríguez


Gombrowicz decía: “no me gusta la mantequilla demasiado mantequillosa”. Por eso no leo revistas de cine, y mucho menos revistas de filosofía. No sólo me aburren, sino me parecen demasiado enfrascadas en discusiones encriptadas con una jerga que nos distancia de cualquier comprensión y cualquier conversación apasionada. Pero no es este el caso de La Ventana Indiscreta que es una revista de “cine y filosofía” al mismo tiempo. Filosofía y cine o cine y filosofía, el orden de los factores no altera el producto, porque de lo que se trata es de pensar las relaciones de continuidad entre el mundo del cine y el mundo de la filosofía, dos campos que, dicho sea de paso, nunca estuvieron muy alejados, salvo para los cinéfilos entrenados en el peor Hollywood o para los historiadores de la filosofía, cada vez más alejado de la filosofía. Encontrar en el cine nuevas respuestas para la filosofía, la excusa para ponerse a meditar. Encontrar en la filosofía nuevos interrogantes para ponerse a pispiar.
Dijimos filosofía y cine: la profesión y la vocación; la razón y la pasión; el intercambio amistoso de puntos de vista y la discusión trasnochada; las cursadas y el tiempo libre. La Ventana Indiscreta es la posibilidad de mezclar las derivas que tienden a estabilizarnos a medida que nos vamos sumergiendo en la rutina de los días. Dos mundos que suelen vivirse con cierta tensión, se cruzan en La Ventana Indiscreta. El cine es el insumo para seguir haciendo filosofía o mejor dicho para intentarlo alguna vez. Pero la filosofía es la oportunidad para acercarse al cine con más preguntas, con otros interrogantes.
Pero me atrevería a decir algo más: La Ventana Indiscreta es una revista para mantenerse en guardia frente a la monotonía que suele rodear el mundo de la militancia, acostumbrado a repetirse las mismas consignas de siempre. En ese sentido, la revista fue otro agujero impertinente para evitar el microclima y de paso practicar la fuga. Pero también la oportunidad para oxigenar y, por añadidura, enriquecer las discusiones con repertorios amasados en función de miradas que se fueron montando a partir de otras trayectorias. Y eso es algo que los amigos de La Ventana Indiscreta convidaron con cierta despreocupación. Porque la apuesta de La Ventana…, vuelve sobre la propuesta del viejo Alfred Hitchcock: una gimnasia dispuesta a conjurar cualquier postración, para desandar la rutina que tiende a encerrarnos, para mantenernos avispados, alertas y abiertos, para seguir imaginando los otros mundos que soñamos despiertos.
Ensayar una revista es tener ganas de inventarse problemas o, por lo menos unos cuantos dolores de cabeza. No lo digo solamente porque siempre estaremos preguntando cómo pagaremos los compromisos que asumimos, cómo y dónde distribuimos la revista, sino porque siempre hay gente susceptible, siempre generamos –¡y enhorabuena! – malos entendidos.
Recordemos las palabras que escoge el propio Hitchcock, las que pone en boca Jeff (James Stewart), un fotógrafo confinado a una silla de ruedas mientras se recupera de una lesión que se demora en el tiempo: "En este momento me encantaría tener algún problema", le dice a Stella (Thelma Ritter), una ingeniosa enfermera que viene a darle masajes todos los días. Bastaron estas palabras para ponerse en guardia, para abrir un mundo por delante, donde antes había una habitación cerrada. Aquella misma noche Jeff escucha un espeluznante grito y ve a su vecino haciendo varios viajes con una maleta de aluminio. Armado con binoculares y una poderosa cámara fotos Jeff lo observa a Thorwald limpiar la maleta, lavar las paredes de su baño y envolver una sierra y un cuchillo de cocina en papel de periódico.
La Ventana Indiscreta, entonces, es la excusa para ponerse a ensayar interpretaciones, algunas más disparatadas que otras, que a lo mejor nunca estuvieron en los planes de su director. Las películas son un pretexto para practicar el desvarío, el mejor insumo para dar rienda suelta a la imaginación. La revista nos cuenta historias a mitad de camino, entre la ficción y la realidad a través de las cuales se puede volver a nombrar el mundo, ponerle otro nombre a las cosas, hacerlas aparecer, para volverlas más intimas, y provocadoras también.
Porque de eso se trata la indiscreción: Indiscreto es el que tiene la capacidad de articular o mezclar lo que tiende a circular por carriles separados. Pero hay algo más: porque la indiscreción no conoce la prudencia o la conoce pero no comparte los buenos modales o nos presume con mucha confianza. Se escribe para provocar al otro, con el deseo de zampar otro cross a la mandíbula, con la expectativa de la replica del otro.
Hay que escribir para que otros respondan. Hay que publicar para que otros se animen. Una revista se hace leyendo otras revistas, discutiendo con otras revistas. Una revista vuelve sobre otras revistas, para celebrarlas, impugnarlas o subirles la apuesta. En cualquier caso, una revista entonces, supone muchas revistas. La Ventana Indiscreta es la mejor prueba de ese universo editorial, satélite a la vida universitaria, pero satélite también al mundo de la cultura y la militancia. La Ventana Indiscreta, por si no quedó claro, es una revista indisciplinada, que se maneja por diferentes tribus al mismo tiempo, tan lejos y tan cerca al mismo tiempo en este pueblo grande que llamamos La Plata.

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