The New World

Terrence Malick, EEUU, 2005, 140 minutos

Por Álvaro Fuentes
Se trata de una superproducción épica, cuya historia comienza a principios del siglo XVII: unos barcos ingleses desembarcan en las costas de América del norte y un poblado de aborígenes los recibe con la natural desconfianza de quienes intuyen el peligro que los acecha. Pronto, las dos civilizaciones entrarán en relaciones hostiles: mientras los aborígenes deliberan si deben devolverlos a las aguas, los extraños instalan un asentamiento muy precario, destinado a resistir hasta que los barcos vuelven a Inglaterra por más refuerzos. Pero ese es sólo el comienzo de una historia que durará años, que pasará por guerras, pacificaciones, grandiosos romances entre miembros de distintas civilizaciones (la película está basada en la leyenda de Pocahontas y el capitán Smith), escenarios naturales del nuevo continente y lujuriosas cortes de Inglaterra. En definitiva, todos los ingredientes imaginables de una historia de grandes proporciones, altamente recomendable para los amantes del género.

Debo confesar que en el cine la gente se aburrió. Pero también es cierto que hubo unos cuantos en esa sala repleta del Auditórium que cuando terminó la película se quedaron pegados a la pantalla decantando toda la conmoción que habían vivido. Creo que la causa del aburrimiento generalizado fue una voz en off de los protagonistas que iba reflexionando sobre lo sucedido en esa increíble travesía. Los que vieron La delgada línea roja podrán evocar el uso del mismo recurso, que da a las películas de Malick un tono más sereno y descansado que el de la pura acción, al que nos acostumbra Hollywood. Yo escuché esa voz con tanta atención -y todo lo que decía me parecía tan profundo- que me devoré la película desde el primero hasta el último segundo. Pero supongo que se debe conceder que sobre gustos no hay nada escrito.

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